Comentarios culturales de un antiguo refugiado chileno de Valparaiso, ahora en Francia, Montpellier y como muchos otros, viviendo de milagritos...
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25 abril, 2007

Bauhaus vuelve


Bauhaus renace de sus cimientos

Bauhaus renace de sus cimientos

EPA La luz es la protagonista del edificio ahora recuperado


La escuela de diseño más influyente de los tiempos modernos ha reabierto, tras décadas de desidia socialista y años de restauración, allí donde la abrieron Gropius y Mies van der Rohe para mostrar al mundo que el Art Nouveau ya era viejo y que la sociedad de masas imponía una otra política del gusto.

Pero en el siglo del diseño, el célebre edificio del Bauhaus, como el propio movimiento que desencadenó, fueron entrando en declive, los gustos evolucionaron y hasta la construcción amenazaba ruina. Pero este edificio de Gropius, sin tejado y con forma de caja, fue una revolución y el director de la fundación, Omar Akbar, está resuelto a devolverle el lugar que le corresponde en la historia del arte: como icono de la modernidad.

Desde Ikea hasta los «lofts» londinenses en las fábricas sobre el Támesis, pasando por las estaciones de muro de hormigón, todos están en deuda con este edificio, o escuela estatal de arquitectura. La prueba es que cualquiera se siente como en casa, 80 años después, entre sus aireadas salas, sus austeros volúmenes o sentado sobre la conocida silla Wassili, que Marcel Breuer realizó para Kandinsky. Entonces Alemania era la capital mundial de la modernidad, concebida entre la cínica desestructuración social del cambio de régimen y el pánico, y atracción al tiempo, por el totalitarismo: primero soviético y luego nacionalista.

Gropius defendía que la arquitectura y el diseño reflejasen el cambio de una sociedad industrializada y tecnocratizada, pero sus audacias tuvieron menos que una mala acogida. Las superficies planas anunciadas por Adolf Loos en Viena, el cristal de Eiffel y la ventana alargada que estaba elaborando Le Corbussier desde «L´Esprit Nouveau», tienen en el Bauhaus su casa.

Fuerno alumnos nombres como Kandinsky, Moholy-Nagy, Lyonel Feininger, Oskar Schlemmer o Paul Klee, y la intención fundacional requería entender el edificio en su conjunto como obra de arte completa, en su funcionalidad y estética, regresando a la creación basada en el trabajo de bocetos como en los viejos oficios aniquilados por la industrialización.

La propuesta de línea simple no gustó nada, aunque la socialdemocracia weimariana le fue más propicia; pero los nazis cerraron la escuela y plantaron un tejado a dos aguas sobre el edificio de Gropius, «intentaron destruir toda traza del Bauhaus», explica Johannes Bausch, el arquitecto encargado del meticuloso ejercicio arqueológico de rescatar la modernidad de la construcción. Semiderruído en guerra, tampoco el régimen de la RDA quiso nada con él, aunque décadas después accedió a rehabilitarlo.

El visitante hoy se despide de inmediato de la idea plana y blanquinegra, trasunta de expresionismo, que se tiene del Bauhaus, hipotecada a la ausencia de color en la fotografía de la época; el edificio es una celebración arquitectónica de la luz, entre pasillos de unos colores, cuyo descubrimiento ha maravillado a los restauradores: «se ha empleado una sutil paleta de colores», dice Bausch, que durante cinco años y por medio de procesadores de imagen ha logrado extraer de la variedad de grises de las fotografías los auténticos tonos originales: una puerta de entrada roja o una aula magna de techos plateados, así como muros en rosa, cuyo reflejo del sol sobre los blancos crea a determinadas horas del día un festival de extraños grises y azules.

Pero «la modernidad debe permanecer moderna», recalca el director de la fundación y de la exposición «Icono de la Modernidad», que celebra la restauración, el 80 aniversario y el décimo desde su adopción por la Unesco como patrimonio cultural. La muestra recrea la historia del edificio a través de partes del mismo reproducidas a su tamaño real, y presentadas en curiosa inclinación de 5 grados sobre el propio eje de la construcción. Fotos históricas y textos teóricos trazan las desventuras de la edificación y el triunfo final de la función sobre la forma, a través de la producción en masa de componentes, hoy estándar en toda construcción y diseño.

Ejercicio de arqueología moderna y celebración de un estilo hoy cotidiano, en la reapertura del edificio de la Bauhaus con motivo del 80 aniversario de la célebre escuela de Walter Gropius y Mies van der Rohe

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