El literato peruano Alfredo Bryce Echenique reflexionó hoy en Madrid sobre su vida y su obra, prestando igual atención al mensaje filosófico que a la liviandad y explicando que "sin mujeres, amigos y alcohol no se puede escribir nada".
El escritor de "Un mundo para Julius" ofreció en la capital española una clase maestra titulada "La escritura de mis libros", dentro de la programación del festival VivAmérica.
Acompañado de su amigo, el escritor y periodista canario Juan José Armas Marcelo, definió su ruptura, desde París, con la tónica general de los escritores iberoamericanos en el exilio.
"Había demasiada gravedad. Todos hablaban de su país como un coto privado de caza y al mismo tiempo no había humor", algo que él trató de introducir en títulos como "La vida exagerada de Martín Romaña", que escribió en 1981.
Ese mismo humor lo aplicó a la conferencia, en la que recordó cómo invitaba a cervezas al conductor de la ambulancia que le trasladaba a un hospital o incluso imitó al presidente cubano, Fidel Castro, al rememorar su encuentro en Cuba con él y con Teresa de Calcuta.
"Cortázar me dio permiso para la banalidad", bromeó, aunque también habló, ya con más seriedad, de su pasión por la escritura, que ha conformado una carrera reconocida con menciones como el Premio Planeta o el Título Caballero de la Orden de las Artes y Letras de Francia.
"Desde muy niño yo fui una persona que contaba cuentos, pero al que no le gustaba la literatura infantil (...) Es una de las literaturas más crueles que hay", aseveró.
Así, con un padre al que describió como "el personaje menos heroico, un banquero muy metódico", decidió comenzar a fabular, a convencer a sus compañeros de que era hijo del piloto peruano de automóviles Arnaldo Alvarado.
Eso demuestra que su literatura "como tantas, si seguimos la teoría de Albert Camus, nace de una gran insatisfacción", aunque su vida y su carrera cambió cuando su familia aprobó que se desplazara a estudiar a Europa.
El escritor limeño recordó las palabras de su abuelo: "¿Por qué no vendemos este país tan grande tan grande y nos compramos uno chiquito al lado de París?", y, así, Bryce Echenique comenzó en la ciudad francesa su periplo internacional.
Tras varios relatos cortos, "el goce mismo de la escritura hizo que el cuento se extendiera y se extendiera" hasta dar con su primera novela, "Un mundo para Julius" y, a partir de ahí, optó por explorar en su obra las múltiples posibilidades del lenguaje.
Su relato "Muerte de Sevilla en Madrid" fue descrito por su autor como "un homenaje a la oralidad", ya que "crear la ilusión de la oralidad por escrito es endemoniadamente difícil. Porque no hay nada menos oral que la oralidad", reconoció.
El género epistolar, en cambio, hiló en 1999 "La amigdalitis de Tarzán", formada por una compilación de cartas, una vía de comunicación que "los aeropuertos se van encargando implacablemente de anular".
Abordando su propia biografía -"Permiso para sentir" y "Permiso para vivir"-, entre referentes como Hemingway y Vargas Llosa, citó a André Malraux, para denominar a ese proyecto como "antimemorias".
"Se me ha atribuido siempre el ser muy autobiográfico en mis libros. (...) Pero cuando escribí mis memorias, y ahí sí hice un trabajo de constatar los datos con la gente, me dijeron que eran muy ficcionadas", concluyó.
© IBLNEWS. New York 2007
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