Comentarios culturales de un antiguo refugiado chileno de Valparaiso, ahora en Francia, Montpellier y como muchos otros, viviendo de milagritos...
Music is the Best, tal es su lema, aparentemente lo cree y aplica aqui :
* Spanish * French

10 enero, 2007

Tower Records

Liquidación...

Antonio Muñoz Molina,
en Scherzo. Revista de música nº 213, noviembre 2006, pág. 3.

Un hombre anuncio aún más enorme que las letras rojas del cartel que le cuelga de los hombros da vueltas junto a las puertas giratorias de Tower Records, en una esquina de Lincoln Square, a pocos pasos de algunas de las instituciones musicales más queridas de Nueva York: la Juilliard School of Music, el Avery Fisher Hall, la Metropolitan Opera, el Alice Tully Hall.

En un barrio en el que han vivido y viven tantos músicos --no es infrecuente distinguir desde lejos la formidable cabeza beethoveniana de James Levine-- y por el que circulan tantos aficionados, Tower Records era un gran bazar donde podía encontrarse de todo, todas las músicas posibles, o casi, las de Broadway y las del Metropolitan, el pop más liviano y los blues más venerables, el minucioso archivo alfabético del jazz. Uno venía a propósito o pasaba por delante y no resistía la tentación, o buscaba anticipadamente las obras que iba a escuchar unos minutos más tarde en un concierto, o quería comprar cuanto antes las que acababa de descubrir, y volvía impaciente a casa desgarrando con dificultad la envoltura del disco.

Las horas que he pasado deambulando entre los expositores y mirando discos hasta casi marearme son tan difíciles de calcular como el dinero que me habré dejado en Tower Records. El aficionado a la música, como el aficionado a los libros, tiene algo de acaparador ansioso: nos faltará vida para escuchar todos los discos que hemos adquirido, todos los libros a los que no nos hemos sabido resistir.

Pero en el cartel del hombre anuncio no había ninguna tentadora novedad, sino una sola palabra terminante, Liquidation : la tienda a la que yo llevaba unos meses sin volver estaba a punto de cerrar, y con ella las más de ochenta que tenía la cadena en los Estados Unidos. Con una mezcla de desolación y de rapiña inmediata me apresuré a sacar provecho de los precios de la liquidación.

Se notaba mucho el abandono en una tienda hasta hace nada reluciente. Los anaqueles de las revistas de música estaban vacíos, y había revistas y folletos de promoción tirados por el suelo que nadie se ocupaba de barrer. En la sección de jazz un empleado viejo y de aire abatido le explicaba a un cliente tan rapaz como yo --salía con una gran bolsa amarilla llena de discos-- que más de tres mil trabajadores se iban a quedar en la calle.

No es cosa de ponerse sentimental por la ruina de una gran compañía, cuyos ejecutivos probablemente se han reservado para sí jubilaciones más opulentas que la del hombre que me atendía por última vez, pero tampoco deja de entristecerme la desaparición de un lugar que he frecuentado con tanto provecho y placer a lo largo de los años, y con él la de tantos discos que ya no se sabe a dónde irán, que yo no podré buscar sabiendo que voy a encontrarlos o que no descubriré en el azar de una tarde perezosa.

Ya sé que podré seguir buscando y descubriendo músicas en internet, que los fabricantes están pagando ahora la codicia de mantener absurdamente altos los precios de los discos, que también las grandes cadenas habían borrado del mapa a los pequeños comercios.

Pero me dará pena pasar por esa esquina de Lincoln Square y no ver los escaparates espléndidamente iluminados y las grandes letras rojas de Tower Records, y cuando salga de un concierto entusiasmado por una obra que acabo de escuchar por primera vez ya no podré concederme la gula inmediata de comprar el disco.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Es una sensación extraña cuando vas a una tienda en liquidación. Ves oportunidades geniales a las que no te puedes resistir, compras cosas a precios ridículos, y sientes que estas de suerte. Pero a la vez aparece una sensación contradictoria, te sientes como chupando la poca sangre que le queda por las venas, como un carroñero aprovechandose de un moribundo.
Aquí fue una sensación parecidad cuando cerraron Madrid Rock, una tienda mítica en plena Gran Vía.
Hoy paseando por esta misma calle, he visto como comercios con encanto, de toda la vida, cierran sus puertas para dejar sitio a Lacoste, Starbucks o alguna tienda de moda del grupo Inditex.
¿Por qué se empeñan en acabar con todo aquello que puede tener un poco de "vida" e historia?

"El aficionado a la música, como el aficionado a los libros, tiene algo de acaparador ansioso: nos faltará vida para escuchar todos los discos que hemos adquirido, todos los libros a los que no nos hemos sabido resistir".

Qué gran verdad!! me ha encantado!!
:)

Joe el Misterioso dijo...

Si, aqui es lo mismo y me parece que debe ser por todas partes igual, desgraciadamente...

También he visto desaparecer librerias y negocios de discos, para dejar paso a boludeces de ropa generalmente.

Y seguro, también compré mis libros y discos y sali contento con mis compras. Aunque al mismo tiempo uno se siente un poco como una sanguijuela.

Such is life...