Comentarios culturales de un antiguo refugiado chileno de Valparaiso, ahora en Francia, Montpellier y como muchos otros, viviendo de milagritos...
Music is the Best, tal es su lema, aparentemente lo cree y aplica aqui :
* Spanish * French

28 noviembre, 2006

John Zorn live


Tejer encajes de acero.

José Manuel Costa, 25.11.2006

http://www.abc.es/abcd

John ZORN: Moonchild.

Mike Patton, voz; Trevor Dunn, bajo; Joey Baron, batería. Sala Apolo, Barcelona, 29.11.2006

Seguro que a John Zorn se le pueden echar en cara un montón de cosas, pero no que sea un perezoso. No se trata de enumerar aquí sus múltiples proyectos y colaboraciones, pues quedaría poco espacio para cualquier otra cosa, pero sí de hablar de Moonchild, que tenía aspecto de pasar (relativamente) desapercibido dentro de su obra y que por suerte visita España estos días. En realidad, el mismo John Zorn no es necesario para que el proyecto Moonchild funcione. El grupo está compuesto por tres personas que ejecutan la música de Zorn, de manera que el autor bien puede quedarse en Nueva York cuidando de su último lanzamiento, Astronome, así como de su sello Tzadik, en donde este mes aparece un disco dedicado al compositor Earle Brown y en el que intervienen músicos como Leo Smith, Joan La Barbara, Mark Feldman, Morton Subotnick o Merzbow.

Claro, esas tres personas, los intérpretes viajeros, son de una ralea bastante especial. Mike Patton es responsable de la voz. El líder de Mr. Bungle o Fantomas no es que cante, sino que emite todo tipo de sonidos vocales, generalmente rozando el grito y la angustia. El batería es Joey Baron quien, como el bajo Trevor Dunn, tiene ya una larga y apreciadísima historia dentro de la escena neoyorquina y a estas alturas en la avant-garde del mundo entero. Los tres han colaborado numerosas veces con Zorn, de manera que entienden a la perfección el espíritu que se pretendía dar al disco y qué medios habían de utilizarse.

Sueño lúcido. De forma progresiva, Zorn ha ido explicando su trabajo en términos entre místicos, telúricos (judíos mayormente) y urbanos.. Aquí, según dice en un libreto que parece escrito en un rapto de sueño lúcido, el compositor explica que ha tomado como inspiración y metodología al compositor Edgar Varèse, a Antonin Artaud (teatro de la crueldad) y Aleister Crowley (satanista mágico). Todo esto es interesante y, en efecto, la música parece responder a esas inspiraciones y a títulos como "Hellfire", "Ghosts of Thelema", "Abraxas", "Possession", "Caligula", "Le Part Maudit", "The Summoning"...

Pero eso es sólo una parte, el sustrato, por así decir. Lo que un buen artista logra es trascender las propias razones que dieron nacimiento a una música y apelar a reflexiones o sentimientos genéricos, no sectarios. Esto se logra en Moonchild de manera brillante. Moonchild abruma, excita, hace reír como sólo hace reír el miedo, impresiona y, definitivamente, no deja impasible.

Pero la base musical es el rock. Esto no es improv, ni jazz, ni contemporánea. La vibración de Moonchild surge de esa vaga noción que tenemos sobre el rock como una música contemporánea y eléctrica donde las vísceras tienen algo que decir, donde se trabaja con altas intensidades y donde la célula es la canción. Al menos ésa es la idea de Zorn.

Un espíritu. Claro, explicar que una música tan aventurada como ésta es rock viene a ser lo mismo que afirmar que Autechre es hip-hop o Merzbow heavy. No se trata tanto de utilizar una fórmula sino los ecos de un sonido, un espíritu, y resulta innegable que un grupo de voz, batería y bajo/guitarra distorsionado funcionando a plena potencia tiene algo que ver con esa idea del rock.

Dicho lo cual, que nadie espere aquí El rock de la cárcel o Tutti Frutti. Ésta es música experimental destinada a traspasar fronteras y clasificaciones. Patton usa su voz como un instrumento, de forma no muy diferente a como lo han venido haciendo algunas voces de la "música contemporánea" pero su punto de partida aquí es bien diferente. Dunn y Baron operan en un terreno cercano a la improvisación, pero tampoco se trata de improvisación pura, sino de un ejemplo de composición actual donde el autor cede parte de la creación a los ejecutantes, cuya elección resulta tan importante como los papeles previamente escritos.

De esta forma, combinando estructura y libertad como si se tratara de una big band de jazz, el resultado, más allá de su ambiente, resulta de una variedad y una sutileza sorprendentes, teniendo en cuenta los escasos elementos físicos con los que se trabaja. No cabe hablar aquí de un encaje flamenco, pero si quizá de una cota de malla especialmente intrincada y llena de matices. Aunque siga siendo sólida. De acero.


No hay comentarios.: