El fantasma de la realidad
J. Estrada
Hijo de un murciano de Cartagena con sangre de marinos gallegos y una vasca de Portugalete emparentada generaciones atrás con Arriaga, el compositor Julio Estrada (Ciudad de México, 1943) estrena estos días Murmullos del páramo en Madrid, la ciudad en cuya defensa participó su padre durante la Guerra Civil. «La entrada de esta ópera en Madrid supone un retorno a mis orígenes; regresar con la voz de los desterrados. Un gesto que agradezco a Xavier Güell, que quiso incluirla en su ciclo Operadhoy», comenta este creador que sustenta su obra sobre dos pilares básicos: imaginación e investigación. «Nunca he creado algo que estuviera ya preparado, como si la música fuera un lenguaje. Intento buscar la voz de los instrumentos o de la personas, con el riesgo incluso de equivocarme y no encontrar una solución, sino tan sólo las primeras señales de esa voz, que está siempre detrás de toda música».
Por esa vía plantea Estrada su nuevo trabajo, articulado sobre la novela Pedro Páramo. Es su modo de volver a las raíces, «pero no las mexicanas ni las españolas, porque he tenido que combatir con esa dualidad al ser hijo de españoles nacido en México. Poco a poco me hice mexicano y poco a poco me hago español, porque el diálogo del exiliado es siempre muy complejo».
De ahí que recurra a un sustrato más profundo, que encuentra en la voz sin palabras: «El lenguaje no te sirve de nada, porque lo que has hecho ha sido habitar en lo más profundo de ti buscando las raíces». Ése es el pensamiento que más ha prendido en Julio Estrada de la filosofía del protagonista de la obra clave de Juan Rulfo, a quien conoció en sus últimos años. Aunque entre sus fuentes de inspiración pesa con fuerza el universo plástico. «Por lo que tiene su pintura de manualidad y de matérica, me ha enseñado más Tàpies que Messiaen o Stockhausen», comenta este creador que vivió la experiencia Darmstadt. «Era la travesía del desierto -dice riendo al recordarlo-. Tratabas de encontrar soluciones. Por eso, mi obra como músico es bastante pequeña frente a los catorce libros que he escrito, como la Historia de la música de México, que había que localizar y rehacer, buscando esos arquetipos que están dentro de Rulfo, por ejemplo.
Soy miembro de una generación de músicos que vivieron la lucha de las grandes estrellas: Xenakis, Stockhausen, Ligeti, Berio, Nono... Todas las tendencias al mismo tiempo. Sin ser alumno de ninguno de ellos en particular, te sentías rodeado de todas las posibilidades. ¿Dónde estaba la verdad, si todas y cada una de estas grandes figuras eran auténticos mesías, únicos, cada cual con su verdad? Aquello era una esclavitud. Acababas planteándote dónde estaba tu propia verdad. Por eso me hice científico: forzado a buscar las bases matemáticas y físicas de la música. Para crear respuestas que me permitieran ser libre. Darmstadt para mí ha sido un referente respetuoso a cada una de aquellas grandes figuras, y nada más. De hecho, Darmstadt se acabó cuando ellos desaparecieron, y hoy sólo es una sucursal del pasado».
La ópera, cuyo título iba a ser el nombre del protagonista, cambió al actual por la convicción de Estrada, recogida de Rulfo, de que «después de que morimos, lo que quedan son nuestras voces, como fósiles resonantes del inframundo». Ese inframundo mexicano arranca en el universo prehispánico al que Estrada recurre: «Por una parte están todos los sonidos tomados de la realidad en el llano de Jalisco, en San Gabriel, junto con otros sitios de México. Y al mismo tiempo esos sonidos aparecen en la versión fantasmagórica del ruidista. Porque la música es el fantasma de la realidad; o de lo que quedó de la realidad. Se nos borra más fácilmente el rostro de un ser querido que se va, que su voz».
Murmullos del páramo se compone de dos partes: la segunda, recientemente concluida (Susana San Juan), le sigue a Doloritas, escrita entre 1992 y 2002. No obstante, la ópera tiene una curiosa estructura de proceso abierto: «Es una ópera multiversiones; no en el sentido del azar sino en el de la alternativa». La música de Murmullos del páramo se plantea «como un espacio concreto donde está pasando la obra, y en el que varias músicas se simultanean, como si estuvieras flotando en un sueño. Me parece atractivo que la música se expanda por varios espacios; que tengas la sensación de que hay algo que está al frente y algo que se encuentra detrás, a la derecha, encima de ti... Esas sensaciones de distancia hacen que la música, o las músicas que se encuentran ahí, puedan coincidir y coexistir».
Para su ejecución se ha contado con Fátima Miranda encabezando el reparto vocal, y con el percusionista Llorenç Barber como «ruidista», además de otros nombres ilustres de la interpretación actual, como los Neue Vocalsolisten Stuttgart, Mike Svoboda (trombón) o Stefano Scodanibbio (contrabajo).
En la actualidad, Estrada es miembro de la Academia de Ciencias de México, donde ha regresado tras despedirse de la dirección del Centro de Matemáticas y Automáticas Musicales creado en París por Xenakis, a quien sustituyó en 2001. «Abandoné el puesto porque no me parecía interesante hacer arqueología en torno a la figura de nadie. Xenakis fue un gran amigo y un gran maestro, que nunca pretendió tener una continuación en su cátedra».
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