Comentarios culturales de un antiguo refugiado chileno de Valparaiso, ahora en Francia, Montpellier y como muchos otros, viviendo de milagritos...
Music is the Best, tal es su lema, aparentemente lo cree y aplica aqui :
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04 marzo, 2006

Filmoteca global

Internet

Hacia la Filmoteca global

Por Manuel Muñiz Menéndez, ABC, España.


Si usted lo desea, puede descargarse a su disco duro Metrópolis (1927), la obra maestra de Fritz Lang, de forma totalmente gratuita. No, no estamos fomentando la piratería. Antes de que la SGAE se lance a por nosotros, aclararemos que Metrópolis ha pasado a ser de dominio público por haber prescrito los derechos de autor que atañían a ella. Por lo tanto, es legal colgarla y descargarla de internet sin coste alguno. Lo mismo sucede con otros clásicos del cine, algunos tan justamente célebres como Nosferatu (Nosferatu, eine Symphonie des Grauens, F. W. Murnau, 1922) o Luna nueva (His Girl Friday, Howard Hawks, 1940). Y, dado lo perecedero de los derechos de autor, la lista no puede sino aumentar a medida que pasen los años.

Por supuesto, el conseguir las películas por este sistema tiene también ciertos inconvenientes. Dejando a un lado el tiempo que puede llevar descargar un archivo de ese tamaño y no comprimido -en especial si la conexión que se tiene no es muy potente-, los filmes se suelen encontrar «en bruto»: en versión original, sin subtítulos (aunque, como en internet se puede encontrar casi cualquier cosa, también hay páginas donde se puede localizar subtítulos de todo tipo de películas) y con una calidad de imagen que depende demasiado del estado de la copia utilizada.

Pero en internet se encuentran varios tipos de películas de dominio público. De hecho, los grandes clásicos suelen ser menos accesibles que otras cintas antiguas de cuyos derechos de autor se ha preocupado menos gente. Mientras que los títulos antes mencionados son fáciles de encontrar en DVD, e incluso de ver en filmotecas, pocos habrán tenido la oportunidad de ver alguna obra de directores como William Nigh, William Beaudine o Arthur Greville Collins. Y es precisamente en páginas como Internet Archive (www.archive.org) donde los interesados en rescatar la memoria de estos cineastas (o en comprobar si su olvido fue justo y misericordioso) pueden tener acceso a películas como Abe Lincoln of the Ninth Avenue (también -poco- conocida con el título de Streets of New York, 1939) o The Panther?s Claw (1942).

¿Recuerdan a Betty Boop? Seguro que sí y seguro que muchos se alegrarán de saber que en las páginas dedicadas al celuloide libre también se encuentran dibujos animados. Y documentales, los seriales tan propios del cine mudo e incluso antiguos noticieros cinematográficos: se pueden llegar a descargar joyas como el noticiero que narró el Día D a los espectadores norteamericanos.

Clásicos y sorpresas. Pero no sólo son películas antiguas las que se pueden encontrar en la Red. Si los clásicos están disponibles porque ha finalizado el periodo en el que regían sobre ellos derechos de autor, hay otra serie de películas a las que se puede acceder porque nunca nadie se preocupó demasiado por proteger esos derechos, tal vez porque nadie podía suponer que alguien fuese a tener interés en verlas en el futuro.

Se trata de películas de serie B, o de serie Z, como las del mítico Ed Wood, generalmente considerado como merecedor del muy disputado título de peor director de la historia del cine. Su Plan 9 del espacio sideral (Plan 9 from Outer Space, 1959) -mucho más citado que visto en realidad- también ronda por internet con todos sus zombis, sus extraterrestres y sus jerséis de angora. Y Mr. Wood está en buena compañía, ya que también es posible descargarse joyas delirantes como The Giant Gila Monster (Ray Kellogg, 1959) o Atom Age Vampire (Anton Giulio Majano, 1960), por no mencionar algunos títulos de Bruce Lee y otras cosas que muestran que gracias a internet el ser humano puede llegar a detectar todas las referencias escondidas que cuela Tarantino en Kill Bill.

Incluso una película tan celebrada como La noche de los muertos vivientes (Night of the Living Dead, George A. Romero, 1960) está libre de derechos, ya que, según parece, en el momento de su estreno el copyright no fue correctamente registrado.

Donaciones. Muchas de estas imágenes provienen de colecciones privadas que han visto en la Red el camino para dar al mayor número de gente acceso a unos fondos que de otra manera estarían destinados a quedar confinados en un sólo punto del planeta y a ser consultados únicamente por algunos expertos. Así, el ya mencionado Internet Archive contiene, por ejemplo, gran parte de los fondos del Archivo Prelinger, una colección de casi dos mil películas «efímeras» (publicitarias, educativas, corporativas, amateurs...) que hace unos años fue adquirida por la Biblioteca del Congreso estadounidense.

Aún hay otro fenómeno asociado a estas páginas dedicadas a la descarga legal y gratuita de películas. La proliferación de las mismas, la consolidación de formas de protección de los derechos de autor menos restrictivas (como las licencias Creative Commons) y, probablemente, el ejemplo de los músicos que encuentran en internet la forma de dar a conocer su obra sin pasar por los filtros de la industria, están llevando a un número creciente de cineastas a colgar sus creaciones en la Red. Las dificultades técnicas y el hecho de que los autores rara vez obtengan ningún beneficio que compense los gastos de producción limitan este tipo de experiencias, por lo que de momento la mayoría de lo que se encuentra son vídeos de sucesos (por ejemplo, el tsunami que sacudió el Índico hace un año). Pero el camino está ya abierto y hay iniciativas que lo confirman. Una de ellas ha surgido en nuestro país: el concurso de cortometrajes Notodofilmfest.com.

Si aún está lejos la posibilidad de que internet tome el papel del cine (o al menos el de su alternativa casera) en lo que se refiere a los estrenos, la disponibilidad de estas películas de dominio público hace aparecer la posibilidad de que cada uno se construya su filmoteca particular, recordando películas que pensó que jamás volvería a ver o descubriendo otras que nunca sospechó que existieran.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy interesante lo que cuentas. Volveré por aquí más veces.

Un saludo.

Meritxell